El XXII Encontro Internacional de Torneiros da Madeira de Xermade hace este año más honor que nunca a su nombre, con la suma de nuevos expositores no solo de fuera de Galicia, lo que se repite desde las primeras ediciones, sino también de otros países, incluso de más allá del Atlántico.

Entre los más de 70 creadores que muestran sus piezas hay nuevas almas dispuestas a unirse a la tribu de las virutas. Es el caso del ingeniero agrónomo, profesor universitario y tornero aficionado Ricardo Miguel Zapata, llegado desde la Córdoba argentina. Más de 15 horas de avión a Madrid, otro vuelo a Barcelona y un «paseo» en coche merecieron la pena para recibir el ‘feedback’ de sus obras, que sorprenden por el uso de maderas como la chica, el algarrobo o el palosanto. «No compro madera, son troncos caídos o restos de poda recogidos por mí», dice un artesano al que la pandemia lo acercó a la tornería de forma autodidacta.

Tenía un torno, chino, comprado seis años antes, aún sin desembalar. Al hacerlo, descubrió que con él «no iba a llegar muy lejos». Pero aún así se formó e informó en internet porque allí «hay muy pocos torneros y no hay herramientas, la mayoría se las hacen, no hay donde ir a comprar».

También descubrió el Encontro, preguntó si podía traer piezas -pese al temor a la aduana- y ya es uno más en una familia con la que le encantaría reencontrarse. Sabe que es difícil, pero al preguntarle si cedía una pieza para la muestra itinerante Contornos, no lo dudó. «Me gustaría volver el año que viene, se aprenden cosas nuevas, ves otros trabajos, los ponentes… Y les dije que sí, ahora tengo un motivo, venir a recogerla», ríe.

Un poco más fácil para repetir, si quiere, lo tiene Paulo de Tarso, que vive a ‘solo’ 300 kilómetros, en Barcelos (Portugal). «Me han invitado unos amigos con los que estuve en Santa Cristina (Zamora)», dice. Y se queda en silencio, con la sonrisa en la cara, al preguntarle ¿y qué tal?:»Es una maravilla, para saber más de lo que se hace, de lo que se puede hacer… en Portugal no hay un sitio donde ver o comprar herramientas, hago pedidos a estas empresas», apunta dirigiendo su mirada a los puestos de Comercial Pazos y Torn y Fusta, veteranos apoyos de la cita.

«He venido para comprar un minitorno, para enseñar algo donde vivo. Soy maestro de artes desde el 86, escultor, y llevo seis o siete años torneando», añade. E insiste: «Allí no hay encuentros como este, donde ver piezas de otro, cambiar trozos de madera, para eso tengo que venirme a España, cualquier día me quedo». Entonces, ¿es lo que esperabas? «Sí, y un poquito mejor, poder tener piezas aquí es un placer», dice un tornero que hace «platos lo que más, y grandes, para usar; mi madre tiene un montón«.

En Santa Cristina conoció a rostros familiares en Xermade, como Laudelina Paz y Roberto Rosal, «un ‘casal’ (pareja) que va con su casita sobre ruedas, una maravilla», o como Jesús López Collazos, el «culpable» de su presencia y para quien los 600 kilómetros que separan La Alcarria de Xermade no son distancia ante un evento que, desde que lo descubrió, hace casi una década, «es el único al que nunca he faltado; fíjate si me gustará venir que son las fiestas de mi pueblo y me vengo aquí». Y muestra sus formas huecas, sus cajas o sus gnomos, torneados principalmente en madera de olivo o de distintos frutales.

«El ambiente, hablar con la gente, ver las demostraciones…», son las razones que llevan a Jesús, y a otras muchas personas a peregrinar en septiembre al pabellón xermadés, a la cita que organizan el Concello y Amigos da Madeira que este domingo, en su tercera y última jornada, se clausuró oficialmente a las 13.00 horas.

 

EL PROGRESO