«Tengo la importante responsabilidad política de dirigir una ciudad y lógicamente mis esfuerzos están centrados en ella a todas horas y días del año, independientemente de la pandemia», asegura Inés Reyregidora socialista de A Coruña, que reconoce haber albergado los mismos sentimientos iniciales que el resto de la población al empezar el confinamiento: incertidumbre y miedo.

Gestionar la crisis y la desescalada «con la misma entrega diaria» fue la misión de Inés Rey, que estuvo separada de sus hijos durante dos meses desde que comenzó el confinamiento. Le cuesta todavía hablar de ese tema.

La alcaldesa de A Coruña afrontó con determinación «y a veces pesimismo», sobre todo cuando las cifras de contagios y fallecidos «eran insoportablemente altas», la evolución de la pandemia, sentimientos que han ido dando paso a la esperanza con la vacuna «al ver que la pesadilla se puede terminar en unos meses».

Pendiente queda, apunta, la repercusión psicológica de esta pandemia. La salud mental y emocional «es algo a lo que hay que prestar atención porque se han disparado las consultas por ansiedad y miedos, la presión psicológica brutal que va a perdurar y a la que las autoridades sanitarias deberían prestar atención también», advierte la regidora.

Y mientras tanto, ella lidiará con el trasfondo de la conexión ferroviaria al puerto exterior, las amenazas de ruptura del acuerdo de investidura por parte del BNG o las luchas internas del partido.

FORMOSO. No muy lejos de la capital herculina se encuentra el ayuntamiento coruñés de As Pontes, limítrofe con Lugo y donde la crisis industrial azota con fuerza a la comarca por el cierre de la central térmica o de Siemens.

Su alcalde, Valentín González Formoso, también el presidente de la Diputación Provincial, lo está sufriendo. Pandemia y crisis industrial le «han robado mucho tiempo para poder intensificar esos momentos con la familia», admite. «Lo suplimos con mucho teléfono, mucho cariño, dentro de un contexto difícil», explica a Efe sobre sus posibilidades para conciliar en pandemia, un tema que su compañera de partido y alcaldesa de A Coruña cree poco abordado por los políticos varones porque no se les pregunta. «Observo que aún existe paternalismo», aseguró Rey esta misma semana.

Al principio, González Formoso tuvo «un miedo inicial compartido con su familia, con temores que nunca pensaste tener, que se iba a parar un país automáticamente, con telediarios que empezaban a acumular caída de aviones diarios», dice.

«La cantidad de cifras de muertos era casi de treinta Boing 747 al día, y cada día era más normalizado el virus, se acercaba a tu casa, empezabas a temer incluso por los aprovisionamientos en supermercados… era angustioso», recuerda el alcalde.

Fue como un «ataque a nuestro sistema de vida más ordinario, un shock como país», y después «llegó una etapa en la que ves una respuesta conjunta, mundial, se normaliza el aprovisionamiento y se empieza a ver que profesionales que podían dejarnos colgados nos apoyan más que nunca, como una trinchera que siempre te protege».

Y ahora, las buenas noticias llegan con la vacuna, pero «la peor sensación de todas ha sido la desolación por la parte política: te das cuenta de que este mundo no tiene arreglo», admite pesimista. «Es un miedo, un temor a que este país no esté preparado para recuperarse mientras no haya un compromiso con la gente, que se demuestra cuando aparcas el carné del partido y te pones en tu papel de padre, marido, amigo, compañero de trabajo».

En esa vorágine, no poder compartir tiempo con la familia «en un momento tan delicado te afecta en tu trabajo», explica Formoso. «Hay una parte humana importante en la parte que gestionamos las administraciones y que los que estamos incursos en política no podemos obviar». «Sería inhumano, una anormalidad el no poder hacerlo», sostiene el también presidente provincial.

«Necesito ver a mis hijos, pasar un rato cada día con mi mujer; esta pandemia fue un mar de sensaciones, pero nos pasa a todos», razona el regidor pontés.

 

El Progreso