Con algo más de 10.000 habitantes en la última actualización del padrón, As Pontes es el cuarto municipio con más población de Ferrol, Eume y Ortegal. Una chimenea de 356 metros de alto bastaría como elemento distintivo para la que sigue siendo villa minera en el imaginario colectivo y una versión terrenal del Springfield de Los Simpson.
Más allá de las bromas, casi inevitables en una localidad con una personalidad tan marcada, su legado industrial, que ahora se tambalea, ha nublado históricamente una larga lista de atractivos. Los últimos años han servido para empezar a desterrar viejos tópicos e iluminar con más efectividad tantos puntos que juegan a su favor.
Mural dedicado al bandolero Toribio en As Pontes (foto: Raúl Lomba / Ferrol360)
El Eume es padre de un municipio atravesado por ríos, de un casco urbano en el que el agua salta sin control y traza un interesante recorrido en sus orillas. Un paseo entre la naturaleza sin alejarse y sin tener que recurrir al coche. La estampa de las casas más pegadas al cauce traslada a la de cualquier pueblo de interior que coparía portadas por su belleza.
En la entrada al núcleo pontés, el desafío que supuso regenerar el espacio antes ocupado por la mina a cielo abierto de Endesa se ha convertido en una de las grandes oportunidades del ayuntamiento. Es alternativa de ocio y descanso, de curiosidad para el visitante y de nuevos caminos en la actividad económica.
Acreditar la calidad de sus aguas es un sello de cara al exterior y su complemento es cultural. Es A Senda da Memoria, un trayecto de 9 kilómetros que rodea el lago y se dota de observatorio de aves. Abierto a senderismo, periplo en bicicleta o para la práctica de cualquier deporte y dedicado a lugares y gentes previos al apogeo de la térmica.
Sus grandes dimensiones, 249 kilómetros cuadrados, difícilmente pueden ser de una misma tonalidad. El viento marca la pauta de la banda sonora en su vasta zona rural, coronada por un Monte Caxado que es lugar de peregrinación cuando nieva y apartado desierto en calma en cualquier momento del año.
O Freixo es una de las parroquias que ejemplifica el declive poblacional que mantiene en vilo. Una rutina diaria ajena a ese temblor silencioso; una vida desprendida de los peores condicionantes de la ciudad, pero de carreteras que ya empiezan a conducir a rincones azotados por el abandono. Casas con cada vez menos ocupantes, bares y tiendas mirando al cielo.
El ganado hace suyo el terreno junto a las palas eólicas de las cotas más altas como la fauna que menos se esperaría en estos lares sorprende a las afueras de la villa. Algún avestruz como recuerdo de la experiencia con la que Endesa lanzó un mensaje exótico hace ya años, qué decir para tantos que tomaban parte en visitas escolares a su complejo energético.
Toparse con variedades de procedencia en un principio lejana devolvía a un escenario de un As Pontes en otro plano, en una dimensión de prosperidad y efervescencia hostelera o comercial. El gusto y el buen producto resisten de premisa en el tejido de negocios, acostumbrado a abastecer a clientes exigentes de enclaves distantes en el mapa.
Como demostración palmaria de cómo aprovechar una infraestructura llamada a un solo uso, el embalse de A Ribeira. La gran presa del Eume ofrece grandes posibilidades para el senderismo en su contorno, como también para la pesca o los deportes del agua. El latido rural de un corazón que tradición y modernidad buscan no detener en su esplendor urbano.
Ferrol 360
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