Enfundada en su traje de patinaje con la sudadera del club local por encima y con la mochila a cuestas, sobresaliendo de ella unas ruedas que no paran de girar, aparece en el lago María José Patiño Aguirre, una joven de 16 años que acaba de llegar a As Pontes procedente de su Colombia natal.

Esta ha sido la segunda parada –la primera fue Málaga– de un periplo que inició hace algo más de un mes junto a su familia en Cali, de donde prácticamente tuvieron que salir con lo puesto escapando «del clima de violencia y amenazas» que vive el país.

«Nuestra vida ya corría peligro, nos vinimos buscando asilo», resume su madre, Roxana, mientras María José añade que el «ambiente era muy pesado e invivible». Atrás quedaron familiares, amigos, trabajos, sueños… Y también la gran afición de la joven: el patinaje de velocidad.

Una disciplina a la que llegó después de probar suerte con la natación o el ballet, entre otros deportes que no terminaron de engancharla. Con los patines fue distinto. A ellos se acercó primero de la mano de uno de sus primos, para después anotarse a unas clases en las que empezó a despuntar rápidamente, subiendo a toda velocidad de nivel en nivel.

De esas primeras dio el salto a las de especialización para deportistas de alto rendimiento, entrando a formar parte del Club Luz Mary Tristán, uno de los más prestigiosos de todo Colombia, y que cuenta con un complejo deportivo propio.

Allí era donde entrenaba hasta hace apenas unos meses María José, a las órdenes de Manuel Ezpeleta y Luz Elena, unos técnicos sobre los que la joven habla maravillas mientras se emociona mirando atrás.

Y es que para María José, que compitió desde apenas los siete años en decenas de pruebas nacionales, selectivos o copas como integrante de la Federación Colombiana de Patinaje, ir sobre ruedas «es un sueño» del que no quiere bajarse, tampoco en la nueva vida que está empezando al otro lado del charco.

Su familia, que está viviendo un momento complicado hasta que no logre regularizar su situación –algo que podría dilatarse en el tiempo–, ha encontrado a numerosas personas que han querido echarles una mano. «Nos están apoyando demasiado», dicen María José y su madre, que citan la ayuda de Cáritas, los servicios sociales del Concello, pero también de particulares y, sobre todo, del Club Patín As Pontes, una institución que le abrió las puertas de par en par pese a no contar con la modalidad que ella practica.

Aun así, le ofrecieron gestionar espacios y tiempos para que pueda entrenar con ellos y con otros clubs del municipio –las sesiones de fuerza las hace con el Fendetestas– y, además, gracias a sus gestiones y al hacerle ficha federativa por Galicia pudo volver a disfrutar de la competición, en una prueba autonómica que se celebró en Betanzos.

Allí logró una meritoria segunda plaza, pero no pudo subirse al podio ni colgarse la medalla al cuello «por no tener la nacionalidad», explica con tristeza. Sin embargo, esta oportunidad le permitió darse a conocer y que muchos clubs de la zona de A Coruña —uno de Oleiros u otro de Sada, por ejemplo— se interesasen por ella.

«Se me ofrecieron para que vaya a entrenar con ellos, pero yo quiero competir por As Pontes», afirma María José, consciente de que no podría asumir los costes de los viajes, salvo que se pudiese firmar algún tipo de convenio entre los clubs.

Y a eso se agarra esta apasionada del patinaje, que quiere mostrar una disciplina que hasta ahora no era muy conocida en As Pontes, y seguir triunfando en la pista a toda velocidad sin que las fronteras ni las banderas sean un impedimento.

EL PROGRESO