El brutal ataque de Rusia contra Ucrania ha ensombrecido los sueños compartidos por cientos de millones de europeos de construir un futuro seguro y próspero basado en un desarrollo sostenible y equitativo. Recuperar la estabilidad y lograr condiciones de vida dignas para los ciudadanos de Europa requiere ahora abandonar algunos supuestos importantes, especialmente en lo que respecta a la política energética.
En pocas palabras, estamos presenciando la formación de un nuevo orden energético tanto en Europa como en el resto del mundo. Y en este nuevo orden debemos ser capaces de equilibrar muchos intereses diferentes.
Queríamos materias primas de bajo costo, libertad de la dictadura, energía limpia y crecimiento económico socialmente inclusivo. Pero después de la invasión rusa de Ucrania, tenemos materias primas cada vez más caras, dependencia de un régimen criminal para ellas, inestabilidad y pobreza energética creciente. La inflación en general y el fuerte aumento del precio de la energía en particular son resultados directos de la agresión rusa.
Hasta hace poco, la política energética de la UE se ocupaba únicamente del cambio climático. Hoy, otros estados miembros están de acuerdo con Polonia, que durante mucho tiempo ha enfatizado la necesidad de diversificar las fuentes de energía, acumular reservas de gas y dejar de usar combustibles fósiles rusos. Además de la protección del clima, la seguridad energética de los países ahora es primordial. Este es un mensaje que he transmitido a otros líderes de la UE en nombre de todos los polacos y europeos preocupados por su futuro.
El sector energético debe entenderse en un contexto más amplio y el tema de la seguridad debe tener prioridad. Polonia reconoce la importancia de luchar contra el cambio climático. Sin embargo, debemos hacer todo lo posible para garantizar que el virus del neoimperialismo no se desarrolle en nuestro propio patio trasero. Si no se controla, amenazará a todo nuestro continente.
El chantaje energético de Vladimir Putin y la guerra en Ucrania ya están contribuyendo a un aumento significativo de los precios de la electricidad y a un aumento significativo de la inflación. Europa tiene una lección muy importante que aprender. Debe reducir drásticamente los costes de los derechos de emisión de CO₂, que son un factor determinante en el precio de la energía y que han aumentado considerablemente en los últimos años. Hace cinco años, el coste de emitir una tonelada de dióxido de carbono estaba muy por debajo de los 10€. Actualmente se sitúa entre los 80-100€. Costos tan altos dificultan que las empresas manufactureras inviertan en el desarrollo de nuevas tecnologías verdes, como las energías renovables o el hidrógeno.
En lugar de estimular el desarrollo de la energía verde, el actual Sistema de Comercio de Emisiones (ETS) impulsa la inflación y amenaza con enviar a millones de ciudadanos a la pobreza energética. Es por eso que el gobierno polaco ha pedido durante mucho tiempo cambios que bloqueen los aumentos artificiales en los precios de la energía impulsados por los especuladores financieros. En varias cumbres del Consejo Europeo, he argumentado que debemos poner fin a tales especulaciones. Esta presión ha valido la pena. Hoy parece que nuestras propuestas serán implementadas.
Pero esto es sólo un primer paso. No basta con excluir a las instituciones financieras de la negociación en el RCDE UE. El ETS debe estabilizarse a un nivel mucho más bajo. Debemos introducir un mecanismo para estabilizar su precio de forma permanente, facilitando así la planificación de nuevas inversiones.
El próximo paso es revisar los planes para extender el ETS a otros sectores de la economía. Esto ya es un gran paso y, sin embargo, en las difíciles condiciones en las que nos encontramos actualmente, debemos hacer aún más. La propuesta polaca es congelar el precio de los derechos de emisión de CO₂ en 30€ durante al menos un año, con posibilidad de ampliarlo por dos.
Si permitimos un fuerte aumento en el precio de los servicios, estaríamos echando leña al fuego inflacionario. En medio de una crisis energética esto podría conducir al empobrecimiento de grupos sociales enteros, exacerbando los sentimientos de malestar.
La UE tiene que reconocer que si no da un paso en la dirección correcta, puede comprometer su política energética por completo. La transición verde no puede darse a costa de la seguridad básica. Y si la situación nos obliga a hacerlo, entonces no debemos dudar en volver temporalmente a las fuentes de energía tradicionales. Incluso si un regreso a corto plazo al carbón significa posponer nuestros ambiciosos objetivos climáticos, puede ser una condición necesaria para mantener una comunidad europea fuerte capaz de resistir a Rusia y apoyar a Ucrania.
Un filósofo escribió una vez que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. La situación geopolítica actual debería impulsarnos a fortalecer todas las debilidades de nuestro sistema energético. Solo así superaremos con éxito las dificultades de hoy y cumpliremos la promesa de un mañana mejor.
Financial Times
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