Escribir y opinar sobre un hombre público como tú, que además es un amigo, se vuelve en ocasiones para mí un reto complicado que, de alguna manera, me hace sentir un traidor pues soy consciente de que detrás de ese personaje público- verdadera construcción y coraza- se esconde siempre el ser humano y el Valentín de toda la vida al que la crítica, sin duda, le duele.
Por eso, cuando días atrás recriminé tu actitud frente a la pervivencia de la Chimenea lo hice dirigiéndome a ese Valentín protagonista de las estruendosas noticias insensatas que, de tanto en tanto, publicaban sobre ti los periódicos en relación con el tema y también a esa construcción política en la que te has convertido y que resulta por completo ajena al Valentín que todos conocimos desde pequeño.
Fue la mía pues una crítica a la corteza que políticamente te reviste, aunque no te defina, y que, como persona, de ninguna manera eres para mí.
Es verdad que, en ocasiones, al mondar-como ocurre con la fruta-la corteza se lleva también algo de carne. Pero eso, tú lo sabes, es difícil de evitar.
Hice pues alegatos con el sable de la escritura que me brinda A Nova Unión y Amigos de As Pontes- consciente de que escribir es una espléndida manera de participar y acompañar la transformación de nuestra sociedad -contra tu postura destructiva y en defensa de nuestro patrimonio industrial porque, además, no tenía otro remedio pues nadie puede ser fiel ni a su momento ni a su pueblo si no cumple una fidelidad previa a las otras: la fidelidad a sí mismo.
Y eso, en esta ocasión, me obligaba y obliga a defender la pervivencia de la Chimenea y el Parque de carbones como forma de defender la identidad y el futuro del pueblo en el que nací.
No había para mí, créeme, otra opción, ni tampoco podía en este caso existir otro momento, por eso, pasándome te lo juro el texto por el alma, expresé mi descontento con tu actitud.
Porque esa Chimenea, nuestra Chimenea, es para una generación de ponteses, hoy adultos, un símbolo, su catedral, algo que estuvo siempre allí y que todos alguna vez dibujaron en sus libretas infantiles. Algo en el horizonte que cuando volvíamos de vacaciones desde cualquier universidad solo verlo en la lejanía nos anunciaba, a más de treinta kilómetros de distancia, que, felizmente, estábamos llegando ya al lugar donde uno siempre es esperado: nuestra casa. Demolerla Valentín, entiéndelo, sería tanto como castrar la imagen y la historia de As Pontes. Destruir nuestro colosal menhir.
Pero hoy, afortunadamente, has salido del pasajero estado de excepción en el que te habías metido sumándote a ese pensamiento colectivo, a ese sentir inmensamente mayoritario que nos ha unido y revuelto como pocas veces ocurre en As Pontes.
Y yo, reconociéndolo, quiero saldar mi deuda para contigo.
Sé que el cambio de postura no fue fácil, pero sí lo más inteligente.
Toma pues Valentín las riendas de ese caballo, de ese sentir de todos y también todos, otra vez te lo aseguro, iremos contigo. Enfréntate a esta lucha de nuestro tiempo en As Pontes y, como una crónica o un panfleto, intenta influir en su curso. Un día ya lejano algunos, curiosamente al igual que hoy frente a los mismos adversarios- Endesa y la Xunta-también lo hicimos.
Porque nada habrá de ser más gratificante para ti como persona, ni tampoco más exitoso como político que compartir con tus vecinos mirada y reflexión sobre un futuro, el de As Pontes, que hoy más que nunca está en construcción.
Gracias Valentín y un abrazo.
Por haberlo pensado.
Rectificar es de sabios.
Gracias Valentín.