Unos son ecosostenibles y otros construyen más centrales energéticas. Unos hacen bici y otros hacen caja. La descarbonización es un negocio no sólo para los chinos y los estadounidenses, sino para los europeos avispados.
Los británicos están pagando muy caras las políticas de los últimos años que pretenden sustituir el carbón, el petróleo y el gas natural por aerogeneradores y placas solares, políticas, por cierto, aplicadas por los conservadores. El Reino Unido desembolsó el año pasado 3.500 millones de libras esterlinas (más de 4.000 millones de euros) para comprar energía al extranjero.
Los molinos de viento y las placas solares no cubren la demanda de las centrales térmicas de carbón y nucleares que se han cerrado en los últimos años. Por ello, las autoridades británicas han recurrido a importaciones de energía de Francia, Noruega, Bélgica, Países Bajos y Dinamarca, realizadas por medio de cables submarinos.
Según un informe del London Stock Exchange Power Research, basado en datos oficiales, las ventas de electricidad por parte de Francia entre enero y noviembre de 2023 supusieron a los británicos un pago de 1.500 millones de libras (más de 1.700 millones de euros). Los noruegos cobraron unos 500 millones de libras.
La creciente dependencia del exterior de Gran Bretaña en cuanto al suministro de energía explica que el Gobierno de Rishi Sunak anunciara en julio pasado la concesión de cien nuevas licencias para la búsqueda y extracción de petróleo y gas natural en el mar del Norte, aunque el primer ministro añadiera que su meta sigue siendo la descarbonización completa para el año 2050.
Fieles a la religión climática, varios diputados conservadores, y también laboristas, se han opuesto a esas nuevas licencias. Los franceses se frotan las manos, como reza el titular del diario The Telegraph, que ha publicado el informe citado.
Mientras las docenas de reactores nucleares franceses aseguran la energía a las industrias y los ciudadanos y aportan un ingreso milmillonario, en España, por el contrario, el Gobierno «de progreso» ha anunciado un plan para cerrar de manera irreversible las pocas centrales que quedan y en el que gastará más de 26.000 millones de euros.
Sorprende el empecinamiento de la vicepresidenta Teresa Ribera y de su jefe, Pedro Sánchez, contra la energía nuclear en España, aunque siguen la política del PSOE, pues Felipe González paró el plan de construcción de centrales diseñado en el franquismo. En cambio, en la UE la presidencia española recién terminada, ha permitido la expansión de las centrales nucleares en el resto de Europa.
¿Por qué esta diferencia de trato a la misma energía?; ¿por qué las nucleares son buenas en Francia o Finlandia y malas en España?; ¿en qué ciencia se basan Sánchez y Ribera para esta discriminación?; ¿o no es la ciencia la que mueve sus acciones, sino algo tangible?
Deja tu comentario