Debido a un error de maquetación en la edición de enero 2025 de A Nova Unión, el artículo de Aquilino Meizoso Carballo estará incompleto, es por lo que lo subimos entero en la web para que puedan leerlo en su totalidad. Les pedimos disculpas por las molestias que les hayamos podido ocasionar.
A Nova Unión Enero 2025 – Artículo completo por Aquilino Meizoso Carballo:
El rumbo de As Pontes
No sé si ocurre en todos los sitios pero, en mi experiencia y de una u otra manera, aquí en As Pontes siempre estuvimos en crisis y yo no recuerdo ninguna época de tranquilidad y plena satisfacción en la villa. Es posible que influya la propia percepción que uno tiene de la realidad, pero hay, no obstante, muchos hechos objetivos que avalan la tesis.
En los años sesenta pocos había de quienes, al margen de la agricultura, trabajasen en la localidad que no estuvieran vinculados a Calvo Sotelo y una gran parte de la gente más joven tenía que marcharse de As Pontes para buscarse la vida. Unos lo hacían a Europa, como emigrantes para cualquier tipo de trabajo, otros se embarcaban en los petroleros o en el montaje de las plataformas del mar del Norte, y a los que entonces estábamos estudiando siempre había quien nos recordara todos los días lo difícil que resultaría encontrar trabajo cuando terminásemos los estudios.
Y esa situación era asumida por todos, dándose por hecho que había que buscarse la vida como fuese, y donde fuese, sin que nadie pensase necesariamente en un futuro en As Pontes, ni tampoco para nada en el de As Pontes como pueblo pues para todos era esa una cuestión que no dependía de nosotros.
La llegada de la empresa Endesa-y las empresas auxiliares que la acompañaron-cambió el panorama y durante veinte años nadie, o muy poca gente, tuvo que buscarse la vida fuera de As Pontes. Aun así, y pese al empleo fácil, seguimos entonces todos aquí con la percepción de crisis permanente y el nivel de conflicto y descontento se mantuvo siempre alto con manifestaciones continuas por salarios-o simplemente por puestos de trabajo-y también por el rechazo a la expropiación o la contaminación provocada por la mina en Espiñaredo, Saa y La Casilla. De alguna forma fue aquella una crisis del crecimiento.
No obstante, tras el primer convenio con Endesa de noviembre de 1988 y sus espectaculares resultados-más de mil millones de pesetas que equivalían entonces a cinco años del presupuesto municipal- se empieza en la villa a ser consciente de que una parte de nuestro futuro como pueblo depende de nosotros mismos y de nuestra iniciativa política e intelectual, aunque en As Pontes, como en la mayoría de las pequeñas poblaciones, ambas iniciativas eran entonces y siguen siendo hoy escasas.
Y lo ocurrido recientemente en Valencia es un buen punto de partida para analizar el fenómeno.
En Valencia hace sesenta y siete años, el 14 de octubre de 1957, hubo una enorme riada que provocó en la propia ciudad 81 fallecidos y numerosos daños materiales. Entonces, con unos medios disponibles mucho más limitados que los actuales, aquel desastre dio lugar a una actuación urbanística, denominada Plan Sur, que se completó en 1969 con una inversión de 3200 millones de pesetas -equivalente hoy a más dos mil millones de euros- que terminó de hecho con las riadas en la ciudad.
Por su parte, en las inundaciones del pasado 29 de octubre del 2024 que afectaron a un conjunto de pequeñas localidades murieron casi el triple de personas y, ya sin entrar en consideraciones sobre comportamientos políticos, estoy plenamente convencido de que, una vez pasados los momentos de luto y condolencia iniciales, ese conjunto de localidades afectadas serán incapaces de mantener la presión intelectual y política necesaria-como la que mantuvo en su día la ciudad de Valencia- para que se realicen a lo largo del tiempo las inversiones precisas que permitan proteger definitivamente a la población.
Y así, pasado ese primer momento, cuando haya que discutir si se gastan trescientos millones de euros en una autovía hacia el polígono industrial o el puerto de Valencia o en un pantano que proteja Paiporta y los demás pequeños pueblos muy probablemente los intelectuales, los medios de comunicación, los empresarios, los sindicatos y los políticos lo tendrán claro y nadie se acordará de los paisanos cuyos intereses e influencia carecerán ,estoy seguro, del apoyo suficiente para mantener en el tiempo el esfuerzo económico necesario.
Cuestión distinta es, y sería también en el caso valenciano, si lo ocurrido en una o varias pequeñas localidades tuviese un efecto físico y económico importante sobre una gran ciudad o sobre el resto de la población pues entonces el asunto muy probablemente hubiese sido completamente distinto.
Y lo vamos a poder comprobar ahora en el caso del pretendido cierre de la central nuclear de Almaraz.
El pueblo de Almaraz con poco más de mil habitantes no tiene, ni puede tener, influencia intelectual ni política alguna en sí mismo, pero una orden de cierre del gobierno socialista- que afecta a los intereses económicos de una amplia zona – ha provocado una respuesta unánime en toda el área y la de la propia comunidad autónoma.
Así, un alcalde y un presidente de la Diputación del PSOE, una presidenta de la comunidad extremeña del PP y los parlamentarios de Vox junto con siete mil personas de toda la comarca han participado en una protesta al grito unánime de que Almaraz no se cierra.
Y planteado de esa forma- y con esa determinación de la población- hasta puede ocurrir que no se cierre. Ya lo veremos.
Llegados aquí es inevitable reflexionar sobre lo que ocurrió, y está ocurriendo, en un As Pontes donde hoy si se dan las condiciones para hablar de crisis, no de crecimiento como las anteriores, sino de un innecesario, claro y provocado retroceso industrial, y donde además en esta ocasión sí somos plenamente conscientes de que es mucho lo que podemos hacer por evitarlo y de que una gran parte del futuro del municipio está en nuestras manos.
Hace apenas cinco años nos encontrábamos con la central térmica más moderna y productiva de España anunciándose su cierre cuando dos grupos estaban recién renovados y los otros dos iniciaban su modernización. Nadie podía imaginarse la clausura de las instalaciones y el hecho resultaba tan injustificado e injusto que parecía previsible una respuesta masiva de todo el colectivo intelectual, sindical, político y social de As Pontes y de toda la comarca.
Pero no ocurrió.
El municipio ,antes de la industrialización, contaba en su día con unas cuantas familias con raigambre económica e intelectual -médicos, farmacéuticos, abogados, comerciantes e indianos enriquecidos en Cuba- que con la llegada de esa industrialización fueron perdiendo toda capacidad e influencia siendo sustituidas, en primer lugar, por las elites técnicas de Calvo Sotelo y luego de Endesa y ,en segundo, por otros pocos grupos familiares de riqueza vinculada a la nueva industria que si bien en lo económico adquirieron relevancia no han sido capaces, o no han tenido tiempo ni demasiadas ganas por su dependencia económica con la gran empresa, de crear y potenciar una estructura intelectual que permitiera defender los intereses generales de la población. Para todos en As Pontes hasta 1987 los intereses de Endesa eran los de As Pontes. No había otra opción.
Los miembros de la corporación, en su mayoría y desde los años setenta, trabajaban en la empresa, eran conyugues de sus técnicos o bien empresarios locales dependientes económicamente de la misma y cualquier tema de trascendencia para la localidad había que hablarlo con sus directivos que a la postre serían quienes decidiesen. Únicamente los sindicatos tenían alguna influencia social hasta cierto punto independiente.
La convicción de que las cosas eran así la ilustra el comentario que me hizo el delegado entonces de Endesa Lucio Rubio en julio de 1987 apenas unas semanas después de ocupar la alcaldía “A mí no me mandes escritos, me llamas, comemos y resolvemos”. Pronto pudo darse cuenta de que los tiempos habían cambiado.
La privatización de la empresa en los años noventa provocó no obstante un cambio en las relaciones de poder en la localidad en el sentido de que terminó automáticamente con cualquier vestigio de influencia de un sindicalismo que hasta entonces se había fundamentado en la demanda fácil del dinero público pero que desde ese momento paso a ser poco más que un grupo marginado de personas compuesto en un 50% de vagos y un porcentaje a su vez variable de borrachos con pedigrí, fornicadores vocacionales y corruptos pata negra que ya a nadie interesaron. Lo vimos hace unos días.
Tras el corto y tenso periodo de 1987 a 1995 con Amigos de As Pontes la llegada de nuevo al poder municipal en 1995 de los asalariados de Endesa-y en el 2007 el gobierno de Valentín- devolvieron el control político real a la empresa hasta que el cierre de las instalaciones en el 2023, en plena reforma y modernización, puso en evidencia que en As Pontes ya no había ni capital político, ni intelectual capaz de defender a la población frente al terrorismo climático del PSOE y los tradicionales intereses depredadores de las multinacionales eléctricas.
La respuesta cabal al atropello que suponía en el 2023 el cierre de una central moderna, que además podría haber sido reutilizada con lodos y restos de madera-Chucho me lo explicó con detalle-fue la que conocemos, pero en un pueblo consolidado intelectual y políticamente nunca podría haber sido así.
Y sobran las razones.
La primera, porque, como en Almaraz, debería de haberse planteado una frontal y colectiva oposición al cierre, con el pueblo, los políticos- incluido Valentín-los sindicatos y también la Xunta al frente.
No ocurrió.
La segunda, porque partiendo de la aceptación de ese cierre de las instalaciones en base a la entelequia política y climática de una imprescindible descarbonización, este cierre únicamente podría haberse aceptado por todos previa puesta en funcionamiento de las instalaciones fabriles que la sustituyeran.
Y tampoco ocurrió.
Lo que si sucedió, por el contrario, fue que desde el primer día Valentín y toda una banda de políticos y sindicalistas sin escrúpulos llevaron a la mayoría, de forma tan sutil como inmoral con un apoyo masivo de la prensa subvencionada y en connivencia con el PSOE estatal, tras una pancarta en defensa de una Transición Justa que, además de innecesaria, no era otra cosa que un cheque en blanco que nada garantizaba. Salvo, de momento, el pintado de la rotopala.
Y aquí no hubo ni intelectuales, ni sindicalistas, ni políticos, ni comerciantes, ni camioneros, ni pueblo que se sublevase contra aquello ni hiciese otra cosa que no fuese caminar como corderos dando por hecho que, hundiendo al pueblo eso sí, iban a salvar el planeta. Luego vendría el infame intento de derribar, además, la Chimenea y rematar la faena privándonos de nuestro principal activo patrimonial evitando al tiempo que Endesa pagase impuestos por ella. Con tres cojones.
Y en ese punto estamos, nosotros jugándonos el futuro, la Xunta mirando al tendido -muy preocupada por financiar el empleo de transexuales- y Valentín balanceándose en la cuerda floja en lo personal y lo político.
Pero llegados aquí creo que no vale la pena romperse la cabeza demasiado sobre lo ya acontecido y, por el contrario, lo conveniente en estos momentos es ir pensando cual puede ser el rumbo que, en la actual situación, podemos racionalmente tomar como pueblo.
Así, con independencia de que los anunciados proyectos industriales puedan salir adelante-alguno es posible que sí- y en la confianza que para nuestro municipio supone el valor industrial de nuestras enormes reservas de agua en el Lago y de espacio en la escombrera, creo que hay, cuando menos, tres grandes cuestiones en las que deberíamos de centrarnos.
La primera es que todos, absolutamente todos empezando por Valentín, tendríamos que estar clamando por que el proyecto de Altri dirigido en su día políticamente a Palas de Rey, con un empleo directo de más de quinientas personas y una inversión de 900 millones de euros, que pretende extraer 46 millones de litros diarios de agua del rio Ulla -es decir más de 500 litros por segundo- y supone un impacto brutal para aquella zona, se venga a la escombrera de Saa As Pontes donde ni el agua, ni el impacto medioambiental, ni las comunicaciones pueden ser problema alguno. Y no es solo una opinión sino también las conclusiones del Estudio de Impacto Ambiental realizado para Euro-Galicia Forestal por la consultora internacional Jaakko Poyry en 1990 que por la disponibilidad de agua, la superficie y características de la escombrera, su posición en relación con las áreas de producción de eucalipto, la altitud del emplazamiento y sus comunicaciones consideró que As Pontes era el mejor lugar de Galicia para situar un complejo papelero.
La producción de esta fábrica supondría para nosotros, además de ese empleo directo, un transporte de unos 260 camiones diarios de madera de toda Galicia y de celulosa y fibras textiles al puerto de Ferrol. En resumen, significaría la prosperidad para toda la comarca en base a un recurso tan básico y sostenible como la madera.
As Pontes es el lugar para Altri o una industria similar y eso hay que decirlo alto y claro.
Y digo que todos deberíamos de estar pidiéndolo sin olvidarme por supuesto de los empresarios-camioneros incluidos- cuyo apoyo a ese proyecto sería bastante más útil para As Pontes que el vergonzosamente prestado por algunos de ellos a la demolición de la Chimenea o tanto concurso de tapas y caralladas similares.
La segunda de las cuestiones en la que deberíamos también de estar pensando es en el posible uso como auditorio o espacio multiusos del Parque de Carbones.
No es este del Parque de Carbones un asunto banal ni caprichoso pues esa estructura es con certeza el espacio cubierto diáfano más grande de España y eso puede y debe convertirse en un activo económico para el municipio. En el proyecto habría que implicar en primer lugar a la Xunta y después a cuantas empresas pudieran estar interesadas. Y particularmente a Tojeiro y los Hermanos Rivera de la Estrella de Galicia que al fin y a la postre son familias de As Pontes y cuando menos en el caso de Tojeiro de aquí salió su riqueza.
Y hay que hacerlo ya, desde este momento, antes de que a ningún bárbaro se le ocurra derribarlo pues el nivel de empleo que se puede generar sería de la misma magnitud, o incluso superior, al del conjunto de todas las industrias proyectadas para el municipio.
Y ya por último el tercero de los objetivos en As Pontes tiene que ser sin perder un minuto más el de la planificación urbanística y promoción económica del conjunto de Chimenea, Parque de Carbones, Rotopala, Lago y escombrera para que puedan constituir un espacio organizado que facilite la inversión y un incentivo turístico e industrial que contribuya a garantizar un mejor futuro de las próximas generaciones de ponteses.
El inicio de esa planificación suspendería además las licencias en el área durante dos años lo que facilitaría el estudio de las infraestructuras industriales a preservar de cara al futuro por su valor patrimonial o de uso.
Y Valentín tiene que hacerlo sin espera.
Es en fin el camino por el que, a mi juicio, tenemos que transitar en As Pontes pues sí, como hasta ahora, seguimos navegando sin rumbo será difícil que el viento pueda sernos favorable.
Ante todo, magnífico artículo. Estoy de acuerdo con lo que aquí se plantea.
Entre otras cuestiones me ha llamado la atención esta parte:
«…el cierre de una central moderna, que además podría haber sido reutilizada con lodos y restos de madera-Chucho me lo explicó con detalle-…»
Sería interesante dar a conocer dicha explicación, en contraposición con la postura oficial de Endesa acerca de la inviabilidad de esta alternativa:
https://www.endesa.com/es/prensa/sala-de-prensa/noticias/transicion-energetica/endesa-presenta-informe-pruebas-biocombustibles-central-as-pontes
Gracias.
Quien lo conoce bien por haber participado en los estudios de viabilidad es Chucho Ramos. Le pediré en la próxima asamblea que lo explique en un articulo.
Puedes participar en las asambleas de la Plataforma. Todos estaríamos encantados con tu colaboración.