Mientras Von der Leyen y Sánchez no dejan de repetir que España y otras democracias occidentales deben seguir estrangulándose económica y energéticamente por la Agenda 2030, los datos no dejan de desmentirles. España, Francia, Alemania o EEUU llevan años reduciendo las emisiones de CO2.

China y Rusia, grandes beneficiados del deterioro económico de Occidente, llevan los mismos años disparando esas emisiones. Sin embargo, toda la presión se dirige a los países que ya han bajado sus niveles contaminantes por el puro desarrollo tecnológico y no a quienes es obvio que pretenden usar el ecologismo ultra para incrementar su poder mundial y debilitar a los países democráticos.

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En medio de una avalancha de falsedades científicas sobre el cambio climático -datos comparados con el fin de una miniglaciación, borrado de las evidencias sobre el impacto negativo de las medidas lanzadas en la producción de alimentos, negación del efecto fertilizante del CO2, maquillaje de los datos de elevación de temperatura por medio de no tener en cuenta el impacto de las nubes en la rebaja del calentamiento, etc.-, en medio de todo ello, ha surgido una voz, con más de 1.600 científicos a sus espaldas, para advertir del brutal peligro y exageración que albergan los datos expuestos por Naciones Unidas con el fin de generar un alarmismo desmedido con respecto al clima. Esa voz se llama Climate Intelligence y cuenta como estandarte con el premio Nobel de física de 2022, John F. Clauser. Pero no hace falta demasiado para darse cuenta de que el alarmismo climático cuenta, además, con una evidente dirección política: la de favorecer una producción sin control de países como China o Rusia y la de trasladar toda la presión -y todos los costes añadidos de producción- a los principales países democráticos.

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Y es que los datos de evolución de las emisiones de CO2 de la inmensa mayoría de países democráticos y capitalistas es positivo. Y lo es, precisamente, porque ese modelo capitalista ha favorecido un incremento de la renta per capita que ha permitido la renovación tecnológica natural, sin los golpes a la economía y la riqueza que busca el ecologismo ultra.

Así, España emitió en 2021 un total de 231.914 megatoneladas (Mt) de CO2. Mucho menos que las 314.707 Mt de 2000 ó las 371.537 de 2005.

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Lo mismo, pero aún más exagerado, ocurre con Francia. Gracias a sus centrales nucleares emite aún menos con una economía mayor. En 2021 emitió 302.327 Mt. Y en el año 2000 estaba muy por encima: 401.752 Mt.

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Italia ha seguido un camino parecido: 319.669 Mt en 2021 frente a las 457.933 de 2000 o incluso las 498.023 de 2005.

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Incluso Alemania, pese al enorme error de combatir la energía nuclear, ha reducido sus emisiones: 665.884 en 2021 frente a las 878.409 de 2000.

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Y los mismos Estados Unidos, tan criticados por no suscribir buena parte de los acuerdos fruto del ecologismo ultra, han recortado de forma notable por su propio crecimiento y avance tecnológico el nivel de emisiones: 4.752.079 Mt en 2021 frente a 6.004.362 en el año 2000.

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¿Pero qué ha pasado con las dictaduras o países ajenos a los esquemas de las democracias liberales? Rusia ha elevado su peso contaminante hasta las 1.942.535 Mt en 2021 cuando en 2000 se limitaba a 1.673.218 Mt. China ha multiplicado por cuatro su cifra hasta llegar a 12.466.316 Mt en 2021 cuando estaba en 3.703.340 en 2000. Irán ha llegado a 710.831 cuando estaba en la mitad en 2000 -352.771-.

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Arabia Saudí ha hecho lo propio, duplicando hasta las 586.398 Mt su dato de 265.151 de 2000.

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Pero toda la presión se centra en quienes ya, gracias a su riqueza y tecnología, cumplen con el control de las emisiones.

 

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