El Concello de As Pontes solicitó a Endesa la cesión del antiguo poblado del embalse del Eume, que incluye unas construcciones completamente abandonadas que quiere revitalizar con usos turísticos para promocionar la parte alta de las Fragas do Eume.

«Es un sitio para perderse», dice el regidor de As Pontes, Valentín González Formoso, que defiende la necesidad de poner en valor una zona para muchos desconocida en plena naturaleza y que tiene muchas posibilidades.

«Las construcciones están completamente abandonadas y la idea es ir rehabilitándolas poco a poco con el Fondo de Compensación Ambiental«, indica Formoso, que habla de distintas posibilidades como abrir un espacio emulando las cantinas del Eume, con tienda para poner en valor los productos de la zona, acondicionar un albergue «que concentre allí senderistas, ambientalistas, pescadores y visitantes», o habilitar el canal que forma parte de la antigua central, A Ventureira, para poder recorrerlo con seguridad.

El regidor pontés, en este sentido, avanza que ya hay una empresa interesada en habilitar allí un pantalán para navegar con un barco eléctrico turístico que ya está con la tramitación de los permisos.

La historia

El antiguo poblado hidroeléctrico, que se levantó para la construcción de la presa, en plena dictadura, son en realidad varios barracones (actualmente hay cuatro en pie en muy malas condiciones), un lavadero y la casa del ingeniero de una obra que fue pionera en su época, ya que fue considerada la primera presa de bóveda moderna de España.

Con 103 metros de altura, empezó a construirse en 1955 y se finalizó en marzo de 1960, creando un pantano de 125.000.000 metros cúbicos, con unos 15.000 metros de largo y una profundidad máxima de más de 80 metros.

Cuando entró en funcionamiento lo hizo de la mano de Fenosa, pero pasó a ser propiedad de Endesa en 1972, igual que la central hidroeléctrica que utiliza las aguas del embalse para generar electricidad.

El ingeniero Luciano Yordi de Carricarte, Chano Yordi, promotor de otros proyectos como el embalse de Belesar, el aeropuerto de Alvedro o el viaducto de Catoira, fue el creador de esta megaestructura que se levantó en una época difícil, con falta de maquinaria y profesionales cualificados.

Las obras, como explican J. Óscar CastroJustino Fernández y J. Carlos Vázquez en un trabajo publicado por la revista Hume, obligaron a crear la carretera de acceso, desde Goente a la presa, y otras pistas. Además, se abrió una cantera y se crearon varios barracones para los propios operarios, que llegaron a ser 180, e incluso un edificio de botiquín.

Separados por niveles en la propia ladera de la montaña, se organizó el espacio por plataformas. Además de la zona de personal (en el medio), se levantaron en la parte más alta varias naves de trabajo, de mecánica, de electricidad y de carpintería, y en la parte de abajo, en la zona más próxima a la garganta del embalse, el almacén de cementos y la administración. Dicen que trabajaron en el poblado media docena de contratas y que las obras se realizaron en tan solo un mes.

EL PROGRESO