«Éche un andar miudiño…». No hizo falta nada más que cuatro palabras para levantar a miles. La Fraga de dona Rita de As Pontes llevaba tres años esperando el momento, la sesión vermú más salvaje, la que más pasiones levanta y de la que salir impoluto es casi misión imposible.

Era la una y media del mediodía y miles de personas esperaban, no sin impaciencia, a que la orquesta La Ola ADN levantara el telón para poner en marcha dos horas de éxtasis que dieron para mucho y que no lograron agotar a la gran mayoría. Porque la Festa da Fraga, esa que se corea con la coletilla de «Festa Nacional«, es la fiesta de los insaciables.
Sombreros mexicanos, collares hawaianos, un vestido de novia, flotadores y banderas eran solo algunos de los atuendos que se veían entre una multitud enfervorecida que se venía arriba con los clásicos: Dos hombres y un destino, Gasolina, Suavemente, Soldadito marinero y Chipirón, que, con aquello de Licor do negro café…, cerró una sesión vermú en la que las ganas de divertirse se mezclaban con el barro y todo tipo de bebidas que volaban por encima de los asistentes.
Y es que a la Festa da Fraga, que ya arrancó el sábado con las actuaciones de Andrés Penabad, Muxarega y Os d’Abaixo y continuó el domingo con Os Carapaus, A Ferriña Furtiva, Os Feroces da Galgueira, No Cómbaro, Lilaina, Xisco Feijóo y La Duendeneta, o se la quiere o se la odia.

Adrián Luaces es de As Pontes e ir a la romería transformada en macro sesión vermú es tradición inamovible. «Llevo 24 fragas viniendo», decía este lunes, acompañado por una docena de amigos, algunos novatos.

Para Paula Martín, de Tarragona, y Alberto Díaz, de Blimea (Asturias), era su primera vez, invitados por el pontés, y ya aseguran que volverán el año que viene. «Vamos a hacer el pack completo, con baño en el río incluido», apuntaban.

Otros que no pierden la oportunidad de probar las aguas del Eume fueron Cristian Martínez, Manuel Prieto y Carla Esteiro, de Narón y Fene. «Estar embarrados, los fuegos y la vermú era lo que más tardaba», aseguraban en un mar de barro, donde unos metros más adelante estaban Rocío y Pablo, que retornaron a las orillas del Eume, donde se conocieron hace cuatro años, para disfrutar de una fiesta sin igual.

EL PROGRESO