El abogado ferrolano Cristóbal Dobarro Gómez, de 46 años, preside la Confederación de Empresarios de Ferrolterra, Eume y Ortegal (Cofer), que representa los intereses de dos millares de compañías de las tres comarcas. Ahí están las principales industrias, pero también las más pequeñas, constituidas por autónomos.

—El viernes estuvo en As Pontes durante un encuentro con el ministro de Industria. ¿Qué le pidió?

—Que nos tuviese en cuenta. Esta es una zona industrial con grandes capacidades, que lleva mucho tiempo sufriendo, y que debemos ser un destino preferente para la instalación de cualquier empresa del sector industrial.

—¿Qué necesitan los empresarios para que ese proceso de reindustrialización sea una realidad?

—Dos cosas. Una, que se agilice la burocracia y que los fondos europeos se liberen. Porque hay mucho anuncio de ayudas, pero, por lo que nos llega de las empresas, entre la tramitación, que es muy compleja, y todas las autorizaciones que hay que obtener para desarrollar los proyectos, muchas veces la propia burocracia pone en peligro la viabilidad de esos mismos proyectos. Por eso, necesitamos una simplificación administrativa. Y, en segundo lugar, si estos proyectos se confirman, se ejecutarían en un lapso temporal coincidente, y no hay mano de obra suficiente en la comarca para desarrollarlos. Empresas de todos los sectores nos transmiten que tienen dificultades para encontrar trabajadores. Hasta la propia Navantia las tiene. Eso nos preocupa mucho. Estamos reivindicando la formación de los trabajadores de la zona, pero eso no va a ser suficiente. En As Pontes se habla de la creación de mil puestos de trabajo, y no hay mil personas cualificadas para trabajar en As Pontes ahora mismo, ni en la comarca. Así que tenemos el desafío de formar a los trabajadores de aquí y también traer recursos humanos de fuera. Y eso va ligado a la necesidad de hacer la comarca atractiva para que la gente quiera venir. Nosotros vamos a trabajar en ese sentido, pero es precisa una colaboración de todas las administraciones y de los agentes sociales. Tenemos que mejorar ciertos aspectos, pero también poner en valor las cosas buenas que hay. Es un hecho que la imagen que tiene Ferrol en el resto de Galicia es negativa.

—¿Por qué?

—Habrá que hacer ese análisis. En el resto de Galicia piensan que Ferrol es una ciudad deprimente, fea, que no tiene nada que ofrecer. Muchos de los que lo dicen, no han venido a Ferrol nunca, pero tienen esa imagen, que hay que intentar cambiar. No tienen ningún sentido que muchos coruñeses no hayan venido nunca a Ferrol y piensen así.

—Pero Ferrol no es así.

—Claro que no, pero los ferrolanos también hemos contribuido a transmitir esa imagen negativa. El pesimismo es algo que hay que cambiar. El Racing nos está ayudando mucho, pero hay más motivos para sentirse orgullosos de ser ferrolanos. Posiblemente estemos en la mejor situación de todas las ciudades gallegas de cara a las próximas décadas. Creámonoslo.

—¿No se ha superado aún la reconversión naval?

—Fue un palo muy grande para Ferrol. El viernes aún me preguntaban por eso y yo les decía que los ferrolanos no somos marcianos, somos iguales que los demás. Pero si a cualquier otra ciudad la pones en el contexto que vivió Ferrol con la reconversión, seguramente le pasaría algo muy parecido. No tenemos ninguna maldición especial.

—Navantia tiene carga de trabajo para los próximos años, ¿se está notando ya en la economía local?

—Se está notando. La perspectiva de las empresas ha cambiado. Pero la coyuntura internacional hace que las empresas sean cautas, no se están lanzando con alegría a realizar inversiones a lo loco. Se está siendo cauto, pero con relativo optimismo.

—Las empresas tienen dificultades para cubrir vacantes, pero la tasa de paro no es cero, precisamente.

—Sí que es una paradoja que un 9 % de la población no consiga trabajar y las empresas no encuentren gente. Para nosotros, esto tiene dos explicaciones: que la gente que busca empleo no está cualificada para los sectores donde hay demanda. Y también están las políticas sociales de subsidios. Cuando la cobertura te permite acceder a determinado nivel de vida, hay gente que prefiere no trabajar. Eso, en una economía de mercado es perverso. Tiene que haber un Estado social que ayude a aquellas personas que no tengan posibilidad de trabajar y lo necesiten. Pero lo que no puede ser es que el Estado social implique que entre todos tengamos que sostener a gente que no quiere trabajar.

—Cofer acaba de integrar a la Asociación de Empresarios de Ferrolterra, ¿lo harán también con Iniciativa Empresarial del Noroeste?

—Nuestra relación con Iniciativa es buena. Forman parte de la Confederación provincial y hay que respetarlo, pero la puerta de Cofer está abierta a todas las organizaciones empresariales de la comarca.

—¿Qué le parece la jornada semanal de cuatro días?

—Puede ser buena idea desde el punto de vista de la productividad, pero depende de la actividad de la empresa. Hay puestos de trabajo que tienen una labor más creativa e independiente, lo estamos viendo con el teletrabajo. La cuestión es ser eficiente y generar más trabajo, no tanto hacer más horas, que es una de las deficiencias del sistema laboral español. Nos hemos acostumbrado a estar muchas horas en la oficina y mirar menos la productividad, que para mí es más importante. Concentrar el trabajo me parece positivo, pero cada empresa tiene que valorarlo.

—¿Y la subida del salario mínimo?

—Las organizaciones empresariales estamos de acuerdo con que hay que subir los salarios y que es bueno que aumente el poder adquisitivo. Lo que nos preocupa es que estas subidas no sean progresivas y se acuerden a golpe de real decreto. Se nos está diciendo que tenemos que negociar, pero la realidad es que la parte empresarial se sienta en una mesa y, si no aceptamos lo que nos propone la otra parte, el Gobierno decide. Además, si subimos de repente los salarios, crece la inflación y no se recupera poder adquisitivo.

—¿Qué tal con los sindicatos?

—Bien, la función de Cofer es ser interlocutor y tener la mejor relación posible con los sindicatos, aunque cada uno tiene sus intereses.

 

La Voz de Galicia