En un artículo de hace unos meses tuvimos la oportunidad de ver como China estaba dando luz verde a la creación de nuevas centrales de carbón, echando así por tierra los esfuerzos europeos por reducir las emisiones de CO2. En aquella ocasión, contamos que se habían autorizado distintos proyectos de energía de carbón con una capacidad de 106 GW, el equivalente al 71% de la capacidad europea para producir carbón en un año. No obstante, China no se ha quedado de brazos cruzados y ha intensificado su producción de carbón, así como su capacidad para seguir produciéndolo. En este artículo vamos a conocer cómo está siendo la evolución que se está dando en el gigante asiático.
Según un reciente informe del CREA (Centre for Research on Energy and Clean Air), desde el año 2022 se habrían autorizado proyectos de energía de carbón con una capacidad de 152 GW y se habrían anunciado 169 GW en total (a la espera de autorización del Gobierno). El país dirigido por Xi Jinping tiene ahora centrales de energía de carbón con una capacidad de 243 GW, entre los proyectos en construcción y permitidos. No obstante, si se incluyen también aquellos proyectos que se han anunciado o que están en fase de preparación pero que aún no han recibido autorización, la capacidad de producir carbón se elevaría hasta los 392 GW. Para que nos hagamos una idea, estos 392 GW vendrían a suponer casi el triple de capacidad de toda Europa (incluido Reino Unido) para producir carbón en un año. Si se llevasen a buen término todos los proyectos, la capacidad total de China para producir carbón aumentaría entre un 23% y un 33% con respecto al año pasado, es decir, un aumento de entre 90 GW y 130 GW en un año.
Hay otros informes que afirman directamente que China posee 366 GW de capacidad de generación de carbón, representando un 68% de la capacidad mundial para generarlo. Pasando de poseer un 55% en el año 2022 a un 68% en el año 2023. Por otro lado, mientras China incrementa un 38% su capacidad de producir energía de este tipo, pasando de 266 GW a 366 GW en un año, el resto del mundo la disminuye un 20%, pasando de 214 GW a 172 GW desde 2022 hasta 2023. Por otro lado, mientras China incrementa un 38% su capacidad de producir energía de este tipo, pasando de 266 GW a 366 GW en un año, el resto del mundo la disminuye un 20%, pasando de 214 GW a 172 GW desde 2022 hasta 2023.
Estas acciones de China hacen inútiles las medidas que se toman a nivel mundial sobre el calentamiento global, un fenómeno que se sirve de mentiras para conseguir una mayor repercusión a nivel mediático, como ya demostró aquí el pasado lunes Manuel Llamas sobre el famoso «consenso científico». Mientras cada vez más voces afirman que lo que debemos hacer para «sobrevivir» es optar por un «decrecimiento en nuestras economías», reducir el uso del transporte privado como el coche, restringir el uso de los vuelos (como pretende Yolanda Díaz), etc., China pisa el acelerador y no escatima en producir cada vez más carbón.
Entiéndase bien, esto no es una crítica al gobierno chino, pues ellos recurren a las fuentes de energía que son más baratas y que mejor pueden servir a los intereses de sus ciudadanos. China había programado la progresiva desaparición del uso del carbón en su economía para acercarse al horizonte de «carbón cero», no obstante, debido al incremento tan desorbitado en el precio de la energía (como el gas o el petróleo) en los últimos dos años, China ha decidido priorizar a su población antes que cualquier otro plan. En este caso, la crítica es más bien a los países europeos que no sólo no han dado un paso atrás en su obsesión con el calentamiento global, sino que se han intensificado las medidas a tomar con el incremento del precio de los derechos de emisión de CO2, prohibiciones de plástico, impuestos verdes, etc., en una situación en la que los ciudadanos europeos están sufriendo las consecuencias tanto de la pandemia como de la guerra de Ucrania, que se traducen en un mayor coste de vida, empeoramiento de los salarios, etc.
En resumen, si hace seis meses ya nos parecía que la Unión Europea estaba siguiendo un camino erróneo al no adaptarse a la situación y «querer hacer la guerra por su cuenta», hoy tenemos más motivos que nunca para pensarlo.
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