Coche eléctrico y coche compartido son dos conceptos que desde hace tiempo están estrechamente relacionados. Las políticas medioambientales han conseguido que la industria automovilística esté virando hacia nuevos modelos de movilidad sostenible. A su vez, los usuarios son cada ves más reacios a descapitalizarse para adquirir un auto nuevo, lo que explica que las plataformas de coches de alquiler estén en plena expansión.

El binomio que ofrece la ley de la oferta y la demanda en este campo se está consolidando en muchos países y se está encaminando a convertirse en una solución de futuro. Motorizaciones ecológicas y las ventajas propias que comporta el coche de alquiler -el usuario no tiene que correr con los gastos más habituales- es lo que lleva a muchos conductores a hacer un cambio de paradigma y desechar la idea de comprarse un coche como hasta ahora solía suceder.

En algunas ocasiones, no obstante, las expectativas puestas sobre un negocio que combina el coche eléctrico con el carsharing no consiguen dar los frutos esperados. En 2018, la empresa francesa Autolib, que tenía la concesión del servicio municipal de carsharing de París, Lyon y Burdeos, cesó la actividad tras acumular una deuda de cerca de 200 millones de euros. El deterioro de los vehículos y la suciedad en su interior, con colillas o restos de comida visibles, le hizo perder suscriptores con el paso del tiempo.

Autolib llegó a contar con una cartera de 150.000 abonados y una flota de 4.000 coches, todos idénticos, fabricados por la compañía francesa Bolloré. Los automóviles eran del modelo BlueCar, un utilitario con un buen comportamiento sobre el papel: hasta 250 km de autonomía en ciudad y unos 140 km en carretera a una velocidad máxima de 110 km/h. Su talón de Aquiles es que se trata de un coche que se descarga rápidamente si está parado y sin enchufar a una toma eléctrica. Por dicho motivo, las previsiones de alcanzar 320.000 suscriptores en 2023 fue un sueño truncado que llevó a la compañía a la ruina.

La compañía francesa Autolib llegó a contar con más de 150.000 abonados y una flota de 4.000 coches

Aun así, Autolib consiguió deshacerse de alrededor de un millar de ejemplares, que vendió a través de la empresa comercializadora de vehículos de ocasión Autopuzz. El gancho para convencer a los clientes fue fijar unos precios de venta muy atractivos. El primer lote de 50 coches se vendió a 3.700 euros la unidad. Cada nuevo lote que salía al mercado fue a un precio superior, pero en ningún caso sobrepasaba los 5.000 euros.

El resto de la flota, unos 3.000 coches, siguen sin dueño y se amontonan en un descampado de la localidad de Romorantin-Lanthenay como da fe un usuario de Twitter que ha dado con el lugar donde está reunida la colección de coches.

También en China se ha reportado el fenómeno de flotas de coches eléctricos abandonados. En la provincia de Chongqing, ubicada en el centro del país, cientos de unidades del Lifan 330 EV 01 se alinean en medio de los matorrales de un descampado luego que la plataforma Panda Auto, perteneciente a la propia marca del utilitario, tuviera que echar el cierre a causa de la crisis financiera de la compañía automovilística.

La situación de abandono de los coches llega al extremo que en algunos casos los hierbajos cubren parte de la carrocería

Fundada en 2015, Panda Auto puso al servicio de sus más de 4 millones de usuarios registrados cerca de 20.000 automóviles. La empresa de sharing operaba en 12 ciudades, incluidas Hangzhou, Chengdu y Zhengzhou y había conseguido una licencia para probar la conducción autónoma en Chongqing.

 

Precisamente, es en un lugar remoto de esta última provincia donde cientos de ejemplares del Lifan 300 se amontonan en un descampado. El estado de abandono es total. En algunos casos, los hierbajos han crecido hasta tal punto que los coches quedan parcialmente sepultados por las ramas.

En Hangzhou también se ha localizado otro paraje lleno de coches eléctricos abandonados. En este caso pertenecen a una empresa de alquiler de automóviles llamada Microcity, que según el propietario del gigantesco aparcamiento, paga 4.000 euros mensuales para tenerlos allí aparcados a la espera de encontrar una salida más beneficiosa.

La Vanguardia