¿Artista o artesana? 
Ninguna. Me siento como intrusa en todas las etiquetas. Tengo la carta de artesana y trabajo con las manos pero no soy una artesana al uso que recupera una tradición. Y artista me parece demasiado grande y una etiqueta que no me tendría que poner yo.

Multidisciplinar no cabe duda.

Ahí sí (ríe). Trabajé en Purriños, en Vilalba, después monté el taller de artesanía con Lois, mi pareja, y fue derivando, a través de proyectos y retos que me fueron llevando por otro camino.

Actriz de teatro, bailarina en la escuela municipal pontesa… ¿No hay nada que se le resista? 

Ahí cambió todo, en el conjunto de lo que sé hacer y lo que acabo de descubrir. Al ver la que liaban en los espectáculos de baile cuando me apunté en 2014 quise colaborar en el montaje de escenografía y vestuarios. Y al año siguiente cuando me apunté a teatro empecé a conocer el escenario y el espacio que hay detrás y el experimentarlo ayuda mucho a la hora de crear.

Y acaba con Elefante Elegante.
Empecé trabajando con ellos con dosieres hasta acabar siendo la productora artística. Me siento cómoda con ese título, aunque no me gusten las etiquetas. Es un sitio interesante para quedarse un tiempo porque descubrí que aquí puedo aplicar todo lo que sé, me siento yo porque engloba muchas cosas, pero no sé dónde acabaré. Necesito estar constantemente cambiando y haciendo cosas diferentes.

¿Con la creatividad se nace o se entrena?
No sé el porcentaje, puedes aprenderlo todo, pero tiene que haber algo para que llegue a un sitio o a otro. También influye tu personalidad, yo hace unos años no tenía confianza para lanzarme a ciertas cosas, como la última reforma con Isabel O’Connor de A Taberna de Pancho.

Son ya un dúo indivisible. Y ahora comparten un taller que pocos pueden imaginar desde fuera. 
No tiene ni nombre, no nos gusta vendernos. Llevamos aquí dos años, es nuestro refugio, la base de operaciones, pero nos conocimos en 2017 y hemos hecho muchas cosas juntas. Nos compenetramos muy bien.

¿Qué retos faltan? 
Hay cosas concretas que están ahí desde hace tiempo. Me apetece hacer lo que yo tengo dentro, no lo que me piden otros. No sé si no salió por falta de tiempo o porque no llegó el momento. Mi trabajo es más una necesidad interna de expresar que el hecho de ser una empresa con beneficios, que también tiene que haberlos.

¿Se puede vivir del arte? 
Se puede, y lo hacemos. Mejor o peor, pero sí. La clave siempre es que te apasione lo que haces.

En redes comparte fotografías bajo el título de Diario de una observadora
La fotografía es otro instrumento para expresar. Me encanta mirar de cerca y escribir sobre lo que esa imagen me hace sentir.

Y es monitora en el centro de discapacitados activos A Xanela. ¿Cómo es enseñar arte a otros? 
Hacemos manualidades y lanoterapia. La experiencia es maravillosa. Me enseñan muchísimo. Y me encanta ponerles retos para demostrarles que sí pueden.

 

EL PROGRESO