– Carta abierta de Aquilino Meizoso Carballo a la “Señora” Monse Balsa Sanjuan –
La verdad es que nunca creí que un tema tan trivial pudiera ser al tiempo tan polémico. No obstante, estoy convencido de que en el fondo no es únicamente el tema el motivo, sino que, por el contrario, pienso que la polémica generada forma parte de las sobrerreacciones- más aparentes que reales – propias de lo políticamente correcto a las que algunos ingenuamente se apuntan y otros aprovechan. Que de todo hay.
Y es que una expresión coloquial dentro de un artículo sobre acontecimientos de nuestra historia local reciente se ha convertido para una “señora” a la que ni tan siquiera conozco, ni me conoce, en motivo suficiente para escribir una carta abierta titulada “Al machista rancio y exalcalde “Don” Aquilino Meizoso”.
Pretende por lo que se ve esta mujer, que se autodefine como “aldeana y lesbiana”, limitar, o directamente suprimir, mi libertad de expresión en base al código de conducta de ese nuevo Santo Oficio Feminista del mando y ordeno por el que, mediante el insulto gratuito y la intimidación, han decidido cortarme directamente la lengua, como físicamente hacía la Inquisición en el siglo dieciséis, por blasfemo.
En resumidas cuentas, para esta “señora” yo no puedo hablar como me salga de los cojones sino como le sale de los cojones o las cojonas a ella y a sus palmeros, palmeras y palmeres.
Me parece que va a ser que no Monse, me da pereza arrodillarme.
En principio, además de cabreado, me quedé un poco asombrado, no había tema ni para tanto ni para nada pues el decir “no se la comían ni los lobos” como “fulanito no se comía una rosca” en referencia a que ser incapaz de tener relaciones de pareja son términos coloquiales asumidos desde siempre por todos y mucho más cuando no estaban en este caso referidos a persona alguna concreta que pudiera sentirse ofendida.
Y es que para ser aldeana, como ella misma se define, – será porque los demás nacimos todos en Manhattan-tiene la piel fina este personaje.
Resulta pues inevitable responder a tan gratuita agresión y más en un caso como el mío para quien la vida fue casi siempre un combate permanente en todos los ámbitos desde lo profesional a lo social y lo político pasando por el modo de disfrutar mi tiempo libre en el que hasta fueron las artes marciales las que ocuparon mi ocio durante más de treinta años.
No obstante, debo decir también que en ese mundo de conflicto vital me gustaron y gustan siempre más los toros que las vaquillas. Cualquiera en nuestro pueblo sabe, porque lo pudo ver de mis líos públicos, que nunca estos se entablaron con los vecinos sino por el contrario con los miuras de cada momento llámense Endesa, presidente de la Diputación, Conselleiro de Industria algún que otro alcalde y similares. Hoy sin embargo no tengo esa sensación, pero no me queda otra pues todo el mundo en As Pontes espera que responda frente a un ataque tan brutal a la libertad de expresión -que al final es la de todos – aunque en este caso haya de ser, como efectivamente es, por parte de una vaquilla.
Antes de nada y casi como consideración previa tengo que hacer una mención específica sobre las referencias en el escrito de esta “señora” a mi familia y en concreto a mi mujer cuando dice “damos por hecho que lo es porque se fijó en sus estudios, dudosos de moralidad, y no por su atractivo bigote, estatura y babas.”.
Me sorprende en primer lugar que pretendiendo defender a las mujeres se las pueda ofender tan gratuitamente. Si he de ser sincero me sorprende, pero menos, pues estoy convencido de que, tras estos movimientos y banderas, además de los aprovechados de siempre, se esconden personajes frustrados que necesitan de esa cobertura intelectual como el adolescente inseguro necesita del disfraz para canalizar esas frustraciones y cualquiera, incluso las mujeres para un movimiento feminista, pueden ser sus víctimas.
Pero en este punto “señora” le voy a dejar claro que a mi puede decirme lo que guste, incluso gilipolleces, tiene derecho a hacerlo, lo mismo que yo tendré después -que lo haré si se da el caso-a llamarle gilipollas. Pero en relación con mi familia no conseguirá de mi ni respuestas ni explicación alguna y tan sólo habrá de preocuparse- y mucho -de no pisar con lo que excrete la delgada línea del Código Penal el Código Civil y el Código da Vinci pues de lo contrario tendrá que explicarse sentada en un banco de madera frente al juez. No lo dude.
Y ya sobre el fondo del tema en un principio pensé en una contestación explicativa pacífica e histórica por si la “señora” en cuestión había mal interpretado unas palabras que en nada a mi juicio podían ofender a nadie. Quería contarle lo que era la historia de las relaciones del hombre y la mujer y como éstas habían evolucionado-que no cambiado-en la forma y el lenguaje.
Así, en ese primer momento, quería explicarle a Monse como contaba Herodoto que hacían los babilonios hace casi cuatro mil años para configurar las familias y como la admiración del hombre por la belleza de la mujer es antigua y, salvo en las formas, siempre la misma pues se fundamenta en nuestra propia naturaleza y en la supervivencia de la especie.
En aquellos antiguos pueblos llegadas las mozas a los quince años se las concentraba junto al templo sometiéndolas a subasta de los varones para configurar las futuras familias que, además, no podían disolverse. Había que criar hijos para producir alimentos y defender al grupo. No quedaba otra opción.
Las más agraciadas de aquellas muchachas alcanzaban, como era lógico, los precios mal altos hasta que llegaba un momento que quedaban las “señoras” por las que nadie ofertaba. Y aquí la subasta pasaba a ser inversa siendo el dinero recaudado por las anteriormente subastadas el que se iba adjudicando como dote de las menos agraciadas. Y hoy sigue siendo parecido, las más agraciadas tienen más pretendientes y las menos necesitan ser ricas -con perdón -para comerse un rosco.
No me quiero imaginar no obstante cuál hubiese sido Monse tu situación en aquella subasta pues, además, no me consta lo que pasaba con las lesbianas, si iban en lote aparte o se encontraban entre los ofertantes. Pero viéndote tengo la impresión de que la cosa no pintaría demasiado bien.
Recopilé pues información también sobre el mundo familiar a lo largo de la historia empezando por griegos y romanos hasta el siglo pasado encontrando cosas curiosas como la de la libertad sexual de las mujeres espartanas que podían ,aún estando casadas, tener relaciones y concebir hijos con otros hombres siempre que estos fueran más robustos que sus maridos y también como hasta principios del siglo veinte estuvo vigente en la democrática Inglaterra una ley que permitía a los maridos golpear a sus mujeres con una vara siempre que la misma no tuviera un ancho superior al de su dedo pulgar. Esa es la historia.
Del mundo árabe no hace falta recopilar mucho pues aún hoy en gran parte de los países de ese ámbito las mujeres lavan cada noche los pies a sus maridos. Sin ir más lejos aquí en As Pontes tenemos un grupo de familias con esa procedencia cuyos hombres toman café y circulan por el parque a la vista de todos en verano con pantalón corto y chanclas pero que no dejan que sus mujeres se quiten el kaftan ni el velo nunca ni tan siquiera que se pongan bañador en el Lago o puedan ser filmadas por nuestra televisión local. No las verás en ninguna cafetería.
Como ves Monserrat no hace falta hablar de Arabia Saudí o el Yemen -donde sí que hay tela que cortar- ni mucho menos del machista de Aquilino. Es en el Campo de la Feria donde aún hoy tenemos gente para la que son putas las que llevan minifalda y que no dudarían en lapidar a su mujer si se lía con el del butano o a ti si saben cómo disfrutas en la cama y que si ,en tu condición sexual, te atrevieses a meterte con ellos como conmigo correrías el riesgo de que alguno cogiera el gancho grande de carnicero y enganchándote por el chichi te pusieran a secar colgada en el tendedero.
Así que, si de verdad eres feminista, ponte a trabajar en el tema, pero en serio, que lo hay delante de tus narices y no des el coñazo a quienes como yo sabes que no resultan peligrosos porque siempre te tratarán con respeto.
No obstante, y como ya te dije, pensé en un principio en esa contestación moderada en extremo civilizada e histórica y nada visceral incluir también como esas relaciones de los hombres y las mujeres se reflejaron a lo largo del tiempo en la toponimia dando nombres a ciudades y territorios Somozas, Simancas, etc.
Pero reflexionando sobre el sesgo de los comentarios de tus palmeras, comentarios de los que únicamente leí los expresados por gente de As Pontes empezando por los de las hermanas 1906 y el de la bolla madrileña muy aficionadas todas ellas desde siempre no a defender causa nobles sino más bien a defecar sobre todo y sobre todos ajustando cuentas y liberando tensiones, decidí que, como tantas otras veces en mi vida y en momentos bastante más difíciles, no era tiempo de explicar una historia que a ti te importaba un carajo y por el contrario se hacía preciso subir de nuevo al ring.
Porque a ti te importa un bledo mi presunto machismo ni tan siquiera el machismo en general. No son en consecuencia razonamientos los que te hacen falta, no los necesitas, simplemente te has metido debajo de una bandera para excretar las frustraciones que llevas en tu interior y que hacen que huelas a podrido. Por eso tampoco los lobos te comieron a ti ni te comerán nunca. Esa expresión tuya de “aldeana y lesbiana como yo” lo ilustra todo, pues a nadie le importa Monse, sólo a ti.
Tu comportamiento me recuerda varias experiencias que hoy te voy a contar.
Por un lado, tu actitud me recuerda a la de aquel perro que mi primo Pacucho tenía en Goente en la cabaña de la entrada de su casa. El pobre animal feo, flaco y desaliñado llevaba atado seguramente toda su vida y el semicírculo que desde la cabaña abarcaba la cadena a la que estaba sujeto era un terreno húmedo, pura tierra infame sin brizna de hierba. En el cuello la marca de la correa que enganchada a la cadena habían marcado su territorio vital durante años hacía que en zonas de su garganta se viera la piel desnuda y rojiza. Me gustan los perros y en general ellos lo perciben por lo que es difícil que en cualquier circunstancia en la que me los encuentre no entable una buena relación con ellos. Me dio pues pena aquel animal y le extendí la mano en el gesto habitual de aproximación a un perro para que me oliera. Su postura tensa mostrando al tiempo todos sus dientes junto con un rugido lento pero amenazador me anunciaron el peligro y me dejaron claro que aquel pobre animal no estaba acostumbrado a las caricias.
Como tú Monse. Por eso muerdes escondida tras una estúpida lucha que confunde desigualdad social con desigualdad biológica junto con un gallinero de feminatas desaforadas que flaco favor le hacen a la lucha por los verdaderos derechos de la mujer. Normalmente las mujeres que más se han ganado su posición sin depender de nadie y luchando contra viento y marea, son lo opuesto a lo que tú promulgas y muchas forman parte de mi vida de machista. Que sí.
Tu actuación Monserrat me recuerda también la que observe hace muchos años, en octubre de 1990, a un pequeño grupo de mujeres.
Era un viernes al anochecer cuando me dirigía como alcalde al Auditorio Municipal para asistir a la presentación de una campaña de promoción industrial fruto de uno de los convenios suscritos con Endesa. Al acto iban a asistir el entonces Conselleiro de Industria Juan Fernández y también el delegado de Endesa Carlos Fornos. En aquel momento el ambiente de conflictividad laboral en la villa era enorme y un gran número de trabajadores esperaban al máximo representante de Endesa que, acompañado de su mujer, iba a participar en el acto y que cuando ambos bajaron del coche y se dirigían hacia el auditorio fueron sometidos a una enorme presión profiriendo gritos insultantes arrojando al tiempo sobre los dos gran cantidad de objetos. Yo, que ajeno a la problemática caminaba detrás, pude verlo en primera persona.
Pero lo que más me llamó la atención en aquella tensa situación, que culminaría con la muerte del propio Carlos Fornos una hora después a causa de un infarto, fue el comportamiento de un grupo de mujeres que participaban en la protesta.
Así pude observar como seis o siete de las manifestantes y no trabajadoras, colocadas al borde justo del paso habilitado para los invitados al acto, extraían tomates y huevos de una bolsa de plástico para arrojárselos llenas de alegría no precisamente al delegado sino a su mujer, una persona completamente ajena al conflicto.
No lo olvidé, ni tampoco las olvidé a ellas, pero pude comprobar como amparadas en la impunidad infame de la masa y bajo una bandera legítima, aquellas mujeres, que no reclamaban nada, estaban desahogando sus frustraciones agrediendo a la esposa inocente -que poco después sería viuda-de un ingeniero a la que era evidente envidiaban. Aunque parezca mentira, hace unas semanas aún pude ver a una de aquellas mujeres en un acto feminista en la localidad. ¿Qué paradoja verdad?
Un poco de eso tienes también tú Monse. Agredirme, aunque sea gratuitamente, bajo una bandera aparentemente legítima, es para ti una oportunidad. Seguramente de las pocas que puedes tener para ello.
Pero ahora me toca a mí.
Otro caso, esta vez muy reciente, que pertenece sin duda también al modelo de tu comportamiento es el de la hasta hace unas semanas comisaria jefe de la policía nacional en Pontevedra Estibaliz Palma.
El 11 de marzo del 2022 en el restaurante Lagareta de Vigo la comisaria en cuestión dijo en público aquello de que:
“Ya les gustaría a algunas mujeres que las violara algún miembro de la Unidad de Intervención Policial”.
Era y es la señora Estibaliz una mujer realizada, un ejemplo a imitar y envidiable para las feministas. La mayor parte de su carrera profesional la había desempeñado en Madrid, como jefa de las secciones de Seguridad Ciudadana y Policía Judicial de las comisarías de los distritos de Moncloa y Salamanca. Y además había sido responsable del Departamento de Intervención e Investigación Policial del Centro de Altos Estudios Policiales de la Dirección General de la Policía y responsable también del Gabinete de Prensa de la Jefatura Superior de Policía de Madrid.
¿Qué le paso entonces? ¿Cómo es posible que dijera lo que dijo y con sus manifestaciones se colocara al borde del elogio del delito? Pues que la pobre soltó lo que nunca había dicho, pero en el fondo siempre había pensado y que piensan también, aunque digan lo contrario, muchos de los que la destituyeron. Es la fuerza de la naturaleza, lo que nunca cambia y que, en ocasiones, resulta primitiva y bárbara.
A ti te pasa conmigo un poco lo mismo. Té dijeron aquello de que eres muy lista y puedes y tú lo creíste y aunque no conoces de mi nada más que lo que te contaron, dicho sea de paso, sin orden ni concierto y con una ignorancia completa sobre mi realidad, te atreviste a excretar:
“El machismo rancio que utiliza para definir a las mujeres demuestran que usted no supera que esas mujeres vivieran el principio de la igualdad por el que seguimos luchando.”
Te soy honesto Monse y he de decirte que con estas manifestaciones ni luchas por la igualdad de las mujeres ni sabes escribir, sólo eres lesbiana y aldeana, eso sí.
Tuve madre, tengo mujer, una hija, multitud de amigas profesionales en todos los ámbitos y madres de familia. ¿Cómo te atreves a escupir semejantes barbaridades? ¿Hablaste con alguna de esas personas? Está claro que no, pero fue el instinto y ese rencor social primitivo no contenido lo que te animó a pronunciarte. Además, ¿Conoces tú a cuantas mujeres hemos ayudado quienes representábamos a Amigos de As Pontes en una época como los años noventa en la que el tema – feminismo – no estaba para nada de moda?
Pregúntale a Pilar Ferreiro la trabajadora que estuvo en el cine cual fue nuestro comportamiento con ella y sus hijas cuando encarcelaron a su marido y el Ayuntamiento le brindo una protección que, a la postre, fue lo que las salvo del abandono. Pregúntale tú a la mujer de Casabella cuando su marido fue encarcelado quien la protegió dándole trabajo en el Ayuntamiento. Pregúntale tú a aquella mujer de Pontoibo agredida brutalmente junto con su hijo con un cuchillo cual fue nuestra respuesta incluso con su agresor. Pregúntale tú también a aquella de las Campeiras abandonada por su marido y con un hijo pequeño quien les dio cobijo y alimentación a los dos durante casi dos años. Pregunta tú a más de cincuenta mujeres de alcohólicos cuyos maridos tuvimos trabajando en el Ayuntamiento-y por lo que fui juzgado y absuelto- como hacíamos para recuperarlos física y psicológicamente y salvaguardar el bienestar de sus familias.
¿Y sabes de dónde salían los casi cincuenta millones anuales que costaba toda esa protección? Seguro que no. Pues sencillamente de las asignaciones de un alcalde y unos concejales muy machistas pero que no cobraban nada en su actividad política.
Lo mismo que hicieron después los aldeanos y lesbianas que según tú gobernaron en As Pontes. A que sí.
Pregunta pues y entérate antes de escribir, que nada sabes de mí, ni tampoco de mi vida y mi mundo.
Y ya para terminar tengo un último ejemplo que también encaja tu comportamiento.
Durante mi estancia en la Universidad de Madrid mantuve una relación muy cercana con la gente de As Pontes. Uno de ellos era un muchacho extremadamente tímido al que yo mismo llevé a algún colegio mayor de chicas para que conociera alguna. No tuve éxito, aquel hombre no mataba una mosca y era un absoluto fracaso en prácticamente todo, ni estudiaba, ni hacía deporte y, pese a mis esfuerzos para meterlo en ambiente, tampoco se comía una rosca (Perdona Monse por usar esta expresión, aunque al ser hombre quizás no te ofenda. Ya me dices). Todos los estudiantes de As Pontes allí lo conocíamos.
Pues bien, pasados los años y fracasado en sus estudios aquel muchacho entró en Endesa y cuando regresé de la universidad lo encontré convertido en un nacionalista y sindicalista feroz que arremetía con saña contra todo lo que se movía, pero muy especialmente contra aquellos que habíamos sido sus compañeros en Madrid que, aunque éramos en su mayoría de orígenes más humildes que el suyo, nos había calificado de inmediato como fascistas. Fue de los que megáfono en mano y escondido entre la masa gritaba y amenazaba en las manifestaciones a sus vecinos bajo la bandera de los trabajadores y el pueblo gallego. Médicos, profesionales, comerciantes, todo el que había prosperado o destacaba socialmente era para él enemigo del pueblo gallego.
Cualquiera que lo hubiese conocido sabía que aquel hombre no podía defender nada, sino que con aquella actuación extrema no hacía otra cosa que liberar sus frustraciones. Pero afortunadamente para él también sabía que éramos pocos los que de verdad lo habíamos conocido.
Tu comportamiento Monserrat está para mi reflejado en estas cuatro vivencias.
Hay un refrán castellano que dice “No hay peor mal que el descontento de cada cual” y ese es tu problema. Hoy fui yo, ayer seguro fueron otras personas y mañana otras vendrán, aunque no tengan culpa alguna de tu dolor, ni tan siquiera lo deseen.
Eres pues de alguna manera como el perro de mi primo Pacucho alguien a quien nadie acarició, alguien también que bajo una bandera y oculta en la masa tiende a liberar sus rencores, complejos y malestar vital y alguien por último que, en ocasiones, estimulada y ocultando su enorme debilidad, se atreve a mostrarse como la más aguerrida y agresiva defensora de los más altos valores.
Lo siento Monse, siento que lo hayas hecho así y te hayas atrevido a bailar.
Porque esta vez lo hiciste con lobos.
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