“Para hacer el andamio del depósito del Poblado se trajeron los eucaliptos de San Sadurniño.”

Aurelio Pena con 93 años es seguramente uno de los pocos trabajadores que quedan de los que vivieron en primera persona la construcción del depósito de agua del Poblado de As Veigas que en estos días se demuele.

Trabajó en aquel momento, como personal adherido procedente de Calvo Sotelo, a la empresa zaragozana Salamar que fue la constructora y que desplazó a As Pontes, según Aurelio nos cuenta, tan solo a varios de sus técnicos, los señores Cabada, Emilio y Barrachina. Los técnicos asignados a su vez por Calvo Sotelo a la obra   fueron en As Pontes el aparejador D. Ángel Méndez y el Ingeniero recientemente fallecido D. Antonio Roviralta.

Como trabajadores que Aurelio recuerda intensamente involucrados estuvieron el encofrador Bernardino (abuelo de Fabián el fotógrafo) y el entonces ferrallista Beceiro (padre de los Beceiro) además de varios encofradores venidos de As Somozas.

La construcción se realizó mediante un andamio en toda la altura (más de quince metros) a varios niveles ejecutado con eucaliptos traídos de San Saturnino.

El árido de cuarzo se transportó en camiones en gran parte de la cantera de Follablanca (Ribadeume) y también se extrajo canto rodado de los márgenes del rio Eume en los arenales en La Balsa, la Villa y La Fraga en el área urbana de As Pontes. El material se machacaba en la   machacadora de la Areosa desaparecida con el nuevo acceso por Enfersa.

Los camiones de transporte de los áridos eran unos de la empresa y muchos otros privados como los de Chucho Bellas, Domingo de Alexos, Faraldo y los hermanos Reboredo de Betanzos luego afincados en As Pontes.

Para la realización de la parte curva no se encofró, sino que se hicieron dos paredes de ladrillo formando la propia curva introduciéndose dentro hormigón y armaduras para finalmente recebarse con mortero de cemento ambas caras por el interior y el exterior.

Aurelio cuenta que se había iniciado en la albañilería con el constructor portugués Domingo Martínez Piñeiros, casado en As Pontes con una de las hijas de Redondo, contratista que construyo entre otras obras el Cine Alovi, la casa de Luis de Blanco y también la de Vilaboy esquina Av. de Ferrol y Av. La Coruña.

Recuerda como, después de trabajar en el depósito y al acabar la jornada, iba durante varias horas y por un salario de dos reales, a casa de Tojeiro a separar la nata de la leche para hacer quesos. Una leche que traía un vecino del Freixo al que llamaban “El Mártir” apodado así porque el cura párroco tras verlo pasar un día cubierto por la nieve junto a la Rectoral a la altura de la Capilla del Carmen con varias mulas cargadas con la leche había comentado que aquel hombre “era un mártir”.

Un par de veces cada mes cuenta Aurelio que lo llamaba también Tojeiro para trocear y salar durante la noche cerdos   que eran transportados en camión   a Ferrol para el suministro de la población.

Guarda muy buen recuerdo del viejo Tojeiro que fue el hombre que, además de darle trabajo cuando lo precisaba, le compro la primera bicicleta enseñándole a conducirla empujándolo un rato hasta que caminó solo.

En aquella recién estrenada bicicleta venía precisamente cuando un guardia civil llamado Fulgencio de Lugo lo multó en las curvas de Espa con “cinco pesos por no tocar el timbre en curvas sin visibilidad”. Una multa que le quito al día siguiente el sargento Rivas.

De sus vecinos hace mención de Maximino (el abuelo de José Cope) del que recuerda su extraordinaria fortaleza hasta tal punto que   cuando construyó su casa lo llamó en varias ocasiones para levantar las vigas.

Es Aurelio ,en todo, un hombre de As Pontes