Si algo ha dejado claro la guerra es que la solidaridad no tiene límites. Las vidas de Álex, Javi, Carlos, Juan, Ángel y Sasha ya nunca volverá a ser como antes tras emprender un viaje de 7.200 kilómetros (ida y vuelta) desde As Pontes hasta Ucrania. Un periplo cargado de amor, pero quizás el más difícil, y también reconfortante, pues han dado una nueva vida a doce mujeres (una de embarazada) y seis niños que lo habían perdido todo.

«Non podiamos quedar quietos vendo todo o que está pasando», explica el pontés Álex Fresco, quien partió el pasado día 13 hacia el país del Este en compañía de su vecino Javier Ramos, de los ferrolanos Carlos, Juan y Ángel, y de Sasha, un ucraniano de Cariño que ejerció de intérprete. Los seis realizaron en cuestión de tres días un viaje —coordinado por Aga- Ucraína y financiado gracias a la solidaridad de vecinos y asociaciones — en tres furgonetas repletas de material humanitario hasta la frontera con Polonia en Lublin.

«Foi unha viaxe dura, conducimos durante máis de 30 horas sen durmir e turnándonos, pero só queriamos chegar para axudar», precisa Javi quien reconoce que a pesar del arduo camino, lo más difícil fue presenciar lo que les aguardaba en su destino. De hecho nada más llegar rescataron a una madre con su niña de dos años que los esperaban en el campo de refugiados «no chan, descalzas e á intemperie, iso partiunos o corazón», confiesa Javi.

Escenas terribles que quedarán en sus retinas, como algunas de las frases que los 18 ucranianos que lograron rescatar llegaron a pronunciar durante el periplo de vuelta. «¿En esta casa no caen bombas, verdad mami?». preguntaba en su idioma una pequeña la primera noche que descansó en un hostal en el viaje de vuelta. Una odisea que fue igual de dura que la de ida, pero con la satisfacción de haber salvado vidas y haber dejado suministros a quien más lo necesita. «A nosa viaxe foi unha pinga dentro dun océano, na fronteira agardan moitísimas máis persoas que están vivindo un pesadelo», recuerda Álex.

Ahora los 18 ucranianos descansan ya con sus familias de acogida gracias a unos «héroes» o «salvadores» como llaman a sus vecinos, aunque estos seis voluntarios prefieren ser solo «seis amigos » que hicieron lo que les dictó su conciencia.

El Progreso