Las ganas de retomar la normalidad después de dos años de pandemia llevaron a numerosos ponteses a revivir con ilusión el tradicional ritual de marcar las parcelas en el parque de A Fraga, una manera de dar el pistoletazo de salida a las patronales de As Pontes, que arrancarán en solo una semana, y que llegarán a su culmen con la centenaria romería que se celebra en este emblemático escenario.

«Vin sobre as 10.30 horas da mañá e xa había algunha xente», aseguraba Vanesa, una joven de la localidad que durante buena parte de la mañana estuvo vigilante para poder guardar la parcela en la que levantará una cabaña con su pandilla y en la que se juntarán durante tres días -este año la Festa da Fraga será del 23 al 25- «entre oito e dez persoas«.
Para que el tiempo corriese más rápido hasta las 20.00 -hora fijada por el Concello para realizar el marcaje oficial- la acompañaron en la espera dos de sus amigas, Romina y Montse, con café, galletas y algo de fruta incluida.

Con algo más de suerte, y menos apuro, consiguió este año Tito su espacio en A Fraga. En torno a una de las mesas de piedra que pueblan el parque y muy cerca de donde habitualmente se colocan los bares. Allí instalará su pandilla una carpa para disfrutar de una romería «a la que le tenemos muchas ganas». «Son dos años sin A Fraga», reflexiona este pontés, que tuvo compañía humana y perruna durante la espera para hacerla también más llevadera.

Con cervezas, cartas, pipas y animadas charlas pasaron el rato otro de los grupos que se dieron cita este viernes en A Fraga. En el lado de los «jóvenes», siempre en el «mismo sitio» se colocó la pandilla de Bruno, Sabela y Anabel, deseosos de poder volver a disfrutar de este evento en el que se juntarán «unos 30″ en la cabaña.

«Para nosotros que estamos estudiando fuera y también trabajando es una auténtica liberación», decía Bruno, mientras Sabela y Anabel afirmaban al unísono que lo mejor de la romería es sin duda la multitudinaria «sesión vermú».

Quedan escasos días para volver a revivir esas imágenes que se llevó la pandemia de un campo de la fiesta a rebosar de gente, bailando al son de la música de la orquesta y con disparos continuos de vino y barro. Ya no habrá mascarillas, pero todavía quedan huecos libres y parcelas sin reservar. Comienza la cuenta atrás.

El PROGRESO